La mejor forma de medir la competitividad de una economía es mediante un índice llamado tipo de cambio efectivo real o REER (por sus siglas en inglés). Es decir, la relación entre los índices de precios en un país A y otro B –socio comercial del primero-, descontada la inflación de ambos y expresados en la misma moneda.
El REER depende de tres elementos:
- La cantidad de bienes exportados
- El precio de esos bienes
- El tipo de cambio nominal de la moneda
Tipo de cambio real efectivo. Fuente: Eurostat
Si consideramos que el nivel de producción es una función del nivel de empleo, veremos que con la cifra de paro más alta de la UE, poco se puede hacer en España en el corto plazo para incrementar por este lado la competitividad del país. Sin embargo, en el largo plazo sí puede variar, y es en este sentido hacia el que se encaminan las reformas estructurales que se piden desde Bruselas.
Antes de que España adoptase el euro como moneda, la manera que tenían los gobiernos de incrementar la competitividad frente al exterior era mediante recurrentes devaluaciones de la peseta (modificando el tipo de cambio nominal para incrementar el número de pesetas que equivalían a un marco alemán). De esta forma se conseguía paliar el déficit comercial de la balanza de pagos (la diferencia entre exportaciones e importaciones) al reducir las importaciones –que tras la devaluación eran más caras- e incrementar las exportaciones.
Cuando abrazamos el euro, el tipo de cambio nominal queda irrevocablemente fijado (un euro son 166,386 pesetas), y por tanto se bloquea este mecanismo para ganar competitividad.
Nos queda el precio al que vendemos nuestra producción en el exterior. Y éste depende del precio de los factores productivos, principalmente del factor trabajo, los salarios. Para medir esta variable se utilizan los costes laborales unitarios (CLU).
CLU europeos. Fuente: Paul Mason para BBC
Como los principales socios comerciales de España son países de la Unión Europea, el objetivo es igualar, o al menos acercar, los CLU patrio y alemán. Existen dos únicas vías: deflación en España o inflación en Alemania.
La fobia alemana y del Banco Central Europeo a la inflación, no me hacen ser muy optimista sobre las probabilidades de éxito de la segunda alternativa. Y la subida de tipos de interés anunciada recientemente por Jean Claude Trichet es buena muestra de ello.
Por tanto, queda la deflación en España como única forma de resolver el problema de la competitividad. Y esto se traduce en reducciones salariales primero, e incrementos inferiores a la inflación después, o lo que es lo mismo una progresiva pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos hasta igualar los CLU y ganar competitividad.