Hace poco oíamos al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, pedir una ley al Gobierno central que permitiese a los ayuntamientos sacar a los pobres de las calles de sus municipios. Debemos superar el maniqueísmo hegemónico en este (y otros muchos) asuntos. No podemos sacar a los pobres de las calles, principalmente, porque atentaría contra la libertad individual, los pobres deben salir de las calles. Y esto, es una cuestión de incentivos. Por tanto, no se trata de un asunto de beneficencia o caridad, es un asunto económico.
Es comúnmente aceptada entre los economistas que el crecimiento económico es bueno para los pobres. Es decir, que los hogares con menores recursos participan también de ese crecimiento. En 2001, David Dollar y Aart Kraay publicaron un paper titulado Growth is good for the poor. En él se mostraba la correlación positiva entre ingresos medios (PIB per cápita) e ingresos del 20% más pobre en varios países:
Al calor de la idea de a mayor crecimiento, menor pobreza, el Banco Mundial aconsejó políticas liberales a los países del Tercer Mundo (también a los del Primero, sobre todo en cuanto a reducción de las políticas arancelarias para productos agrícolas). A la vista está el éxito relativo de estas medidas, por ejemplo, los BRIC. Sin embargo, existen notables excepciones a la regla.
Volvamos a España, ¿es nuestro país una de esas excepciones? Como no es mi intención el realizar un estudio profundo de la pobreza (que es un fenómeno multidimensional), utilizaremos tres variables sencillas para estudiarla:
- el PIB per cápita ajustado por paridad de poder de compra
- el porcentaje de población situado por debajo del umbral de pobreza (el 60% de los ingresos medios)
- el coeficiente de Gini (que toma valores entre cero, máxima igualdad, y cien, máxima desigualdad).
El primero nos servirá para comprobar si hemos crecido, el segundo y el tercero nos ayudarán a validar o rechazar la hipótesis de a mayor crecimiento, menor pobreza. Pues adelante, veamos las gráficas: