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A mayor crecimiento, menor pobreza… ¿no?

Hace poco oíamos al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, pedir una ley al Gobierno central que permitiese a los ayuntamientos sacar a los pobres de las calles de sus municipios. Debemos superar el maniqueísmo hegemónico en este (y otros muchos) asuntos. No podemos sacar a los pobres de las calles, principalmente, porque atentaría contra la libertad individual, los pobres deben salir de las calles. Y esto, es una cuestión de incentivos. Por tanto, no se trata de un asunto de beneficencia o caridad, es un asunto económico.

Es comúnmente aceptada entre los economistas que el crecimiento económico es bueno para los pobres. Es decir, que los hogares con menores recursos participan también de ese crecimiento. En 2001, David Dollar y Aart Kraay publicaron un paper titulado Growth is good for the poor.  En él se mostraba la correlación positiva entre ingresos medios (PIB per cápita) e ingresos del 20% más pobre en varios países:

Renta per cápita media del país vs renta per cápita del 20% más pobre

Crecimiento para los pobres. Fuente: Dollar & Kraay (2002)

Al calor de la idea de a mayor crecimiento, menor pobreza, el Banco Mundial aconsejó políticas liberales a los países del Tercer Mundo (también a los del Primero, sobre todo en cuanto a reducción de las políticas arancelarias para productos agrícolas). A la vista está el éxito relativo de estas medidas, por ejemplo, los BRIC. Sin embargo, existen notables excepciones a la regla.

Volvamos a España, ¿es nuestro país una de esas excepciones? Como no es mi intención el realizar un estudio profundo de la pobreza (que es un fenómeno multidimensional), utilizaremos tres variables sencillas para estudiarla:

El primero nos servirá para comprobar si hemos crecido, el segundo y el tercero nos ayudarán a validar o rechazar la hipótesis de a mayor crecimiento, menor pobreza. Pues adelante, veamos las gráficas:

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Pacto por el Euro Plus

Tras el rechazo en el Parlamento portugués del cuarto Programa de Estabilidad y Crecimiento, el Consejo Europeo aprobaba el 25 de marzo el Pacto por el Euro Plus o Pacto por la Competitividad [PDF]. Un documento por el que varios países de la UE (los de la Eurozona y algunos otros) se comprometen a realizar una serie de políticas encaminadas “a reforzar la gobernanza económica y la competitividad”. ¿Cuáles son los ejes de actuación del Pacto Euro Plus?

Logo Euro

Primero, los Estados miembros presentarán un plan plurianual de medidas de saneamiento de las finanzas públicas. Esto es, una reducción de déficit hasta el 3% del PIB y el control de la deuda pública.  Estos controles servirían para evitar nuevas crisis de deuda.

El segundo bloque esboza medidas para el reforzamiento de la gobernanza económica en los países euro, es decir, avanzar en la coordinación de las políticas fiscales, la última política económica en manos de los estados nacionales. Este es un paso lógico si se desea eliminar los efectos asimétricos  de las crisis, convirtiendo a la Eurozona en una unión monetaria óptima (movilidad de factores productivos, mismas perturbaciones y transferencias fiscales). De esta forma, el trabajo del Banco Central Europeo se coordinaría con toda la Zona Euro y no sólo se plegaría a los deseos del Bundesbank.

Tercero, en el marco del Mercado Único, se llama a los países adheridos a que lleven a cabo cambios estructurales que aumenten su competitividad.

Cuarto, aprobación de una nueva ronda de estress tests a las entidades bancarias, así como el impulso de nuevas medidas para la reestructuración bancaria. Porque el tema de las entidades financieras mixtas (público-privadas) no es una extravagancia española.

Y por último, la modificación del Tratado de Funcionamiento de la UE, la versión light de la fracasada Constitución Europea, para convertir en fijo el Mecanismo Europeo de Estabilidad para enero de 2013.

Diez siglos en cinco minutos

Este video condensa diez siglos de la historia de Europa, con todos los cambios de fronteras ocurridos en este período.

El mamotreto de la Unión

Europa es una maraña burocrática: ¿quién es capaz de diferenciar entre el Consejo Europeo, el Consejo de la Unión Europea y el Consejo de Europa, sin mirar la Wikipedia? La renovación este año de la Comisión ha colocado a la británica Catherine Ashton y al belga Herman Van Rompuy como Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Presidente Permanente del Consejo Europeo, respectivamente.

Con Van Rompuy son tres los presidentes de la Unión: el de la Comisión, José Manuel Durão Barroso y el rotativo, el primer semestre de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero. Los mandarines de Bruselas han apostado por perfiles de bajo nivel, poco telegénicos, lo que contrasta con el policy marketing tan actual. No parece que quieran solucionar la progresiva apatía de la sociedad de todo lo que suene a Europa, ¡basta con echar un vistazo a la baja participación en las elecciones al Parlamento Europeo!

Salta a la vista una diferencia que por evidente puede parecer una perogrullada, Van Rompuy o Ashton no son Obama. No se les puede pedir que abran cuentas oficiales en Facebook o twitten sus reuniones. Sin embargo, debemos exigirles, sobre todo a Ms. PESC una actuación más decidida en el panorama internacional porque es ella la cara visible de la Unión en el exterior: Ashton ha esperado dos meses para visitar Haití, el presidente francés, Nicolás Sarkozy uno.

Respecto a Van Rompuy, cabe destacar su cargo como primer ministro en Bélgica, un estado colgado de la picota por las disputas nacionalistas entre valones y flamencos. A pesar de su aspecto gris y poco carisma ha sabido enfocar bien los problemas fundamentales a los que se enfrenta la UE: la crisis económica, en especial Grecia y el mantenimiento de la ortodoxia del euro.

Un Sillicon Valley para Europa

De la negativa irlandesa al Tratado de Lisboa se extraen (o se deberían extraer) algunas conclusiones acerca de cómo complacer a veintisiete, a los Veintisiete, miembros de la UE. La política de pequeños clústeres tecnológicos, esto es pequeños grupos de empresas tecnológicas alrededor de las Universidades, que es la que se está llevando a cabo actualmente podría ser tachada de ineficiente.

Estados Unidos concentra en el clúster de Sillicon Valley, en California, empresas que cotizan en bolsa y son líderes mundiales en campos como las teleco (Google, Yahoo, Microsoft…) China, por su parte ha invertido recursos y deducciones fiscales en dos o tres megacentros neurálgicos para el desarrollo tecnológico… ¿Qué pasa en Europa? En Europa, en cambio, esta cuestión se aborda de forma reducida, tímida y difusa. La UE cuenta con unos 2.000 clústeres, desde el de la industria aeroespacial en Poitou-Charentes (Francia), al de las tecnologías de la información de la Lombardía, situado en el área de Milán. Aplica 70 políticas de clústeres nacionales diferentes (entre 27 Estados miembros), además de cientos de programas regionales, todos ellos trabajando para intereses cruzados. En Francia, el Gobierno declaró hace tres años que iba a concentrar su apoyo en polos de competitividad (pôles de compétitivité) y en aquel momento designó por lo menos 66.

La UE tiene la posibilidad de invertir en I+D+i, concentrando estas inversiones en zonas de excelencia. ¿Cómo seleccionar estas zonas? Mediante concursos públicos, internacionales y transparentes, en lugar de políticas regionalistas de puerta cerrada. Los políticos europeos no se pueden permitir por más tiempo el lujo de jugar a Reyes Magos con todas las regiones, grandes y pequeñas, brillantes y hermosas. Tienen que ser audaces, valientes y sobre todo selectivos.