Año 2004, el milagro español continuaba con su expansión económica, que no reducción de desigualdad. El PIB crecía más de un 7% respecto del año anterior, el paro disminuía EPA tras EPA, y se iniciaba la construcción de más de 160.000 nuevas viviendas. Por cada 100 viviendas comenzadas en 2004, 160 lo hacían en 2006. Un incremento del 60% en apenas dos años.
Emborrachados de crédito barato tanto el número como el importe de las hipotecas crecía (y lo segundo, mucho). Al calor de un Euribor por los suelos las casas se vendían sobre plano. Según muestran los datos del INE [1 y 2], las viviendas iniciadas (oferta), el número de hipotecas concedidas y el número de transacciones inmobiliarias (demanda), cuadraban y crecían –y por tanto, el precio del metro cuadrado también aumentaba-.
En 2007 estalla la burbuja inmobiliaria española. En teoría, el desplome de la línea azul junto con los de las líneas malva y naranja, esto es, la drástica reducción de oferta y demanda de vivienda, debería conducirnos a una bajada similar del precio (en rojo). Pero no. En 2010, cuando se vende la mitad de casas que en 2004 y se construyen muchísimas menos, el precio por metro cuadrado hoy es un ¡25% superior al de hace seis años!
Existen dos opciones para la liquidación del stock de vivienda, y ambas pasan por los precios. La primera es una caída dramática de estos. La segunda, consiste en el estancamiento o ligeras caídas continuadas durante años, mu-u-chos años, hasta que a estos precios desaparezca el exceso de oferta del boom.
Ambas alternativas plantean graves problema para el empleo en la obra y los beneficios de promotores, constructores y banca. El desplome de los precios dolerá en el corto mientras que el estancamiento hará pupa en el largo plazo.
Así que si estás pensando en comprar vivienda, no lo hagas hoy. Excepto, claro, si eres el único acertante de un pleno al quince o te apellidas Botín.